En cuanto a experimentos y novedades tecnológicas de la industria automotriz, el siglo XX fue cuna de muchos inventos e ideas que ahora nos parecerían sacadas de una película de ciencia ficción, y por eso mismo, muchos proyectos se quedaron a la mitad del camino, como el caso del que hablaremos hoy.
La época dorada de 1950 empujaba a la sociedad y a la industria estadounidense a mirar hacia el futuro. La industria automotriz fue el caso más notable, donde se desarrollaban proyectos que principalmente estaban inspirados en la aviación. Era el reinado de las aletas gigantes y las luces en forma de turbinas. En este sentido, Chrysler apostaba no solo por el aspecto estético de los automóviles, sino por un nuevo futuro en el área de la propulsión, y el resultado de sus ideas visionarias fue el Chrysler Turbine.
¿Cuál era el ingenio detrás del Turbine?
El Chrysler Turbine iba a estar diseñado para funcionar con turbinas, sí, ¡así como las de los aviones! obviamente adaptadas a un tamaño y peso apropiados para conducir en carreteras. La idea de propulsar un auto con una turbina ya rondaba en el aire desde la década de los 30, con su programa de turbinas de gasolina durante la Segunda Guerra Mundial, pero tomó forma cuando, en 1953, George Huebner presionó a Chrysler para invertir en el proyecto.
George Huebner con el primer motor Turbine
Bajo el mando de George Huebner, el reto era que fuera funcional y fiable, ya que los componentes del automóvil debían soportar altas temperaturas, tener beneficios en cuanto al consumo de combustible, la turbina tenía que ser ligera y, no hablemos del ruido que generaría… todo esto a un precio accesible de compra.
El primer prototipo se montó sobre un Plymouth Belvedere modelo 54, que a pesar de ser un prototipo, era completamente funcional, y así, Chrysler, en 1954, anunció el “motor del futuro”. Este modelo le permitió a la marca mejorar su motor cinco años después.
Plymouth con el motor Turbine
Funcionaba con gasolina y con ¿Tequila?
Con la segunda generación del motor, los ingenieros pudieron adaptar un regenerador que usaba el principio de reutilización de los gases, lo que posibilitó controlar la temperatura y mejorar el consumo de combustible. Un Plymouth Fury con este motor viajó de Detroit a Nueva Jersey con un consumo de 31 km/gal, lo que le dio un aire de esperanza a Chrysler.
Plymouth 1959 con el motor Turbine
En 1962, después de varios años de desarrollo, Chrysler anunció oficialmente la producción de 50 automóviles. El automóvil fue diseñado por Elwood Engel, construido por la casa carrocería Ghia y Chrysler completó el ensamblaje final en Detroit. Al igual que el exterior, el habitáculo destacó por su color anaranjado metálico, y sin duda lo que más llamaba la atención era el túnel de transmisión, que mantenía la esencia de una cabina de avión. El motor era toda una proeza de la ingeniería, contaba con una turbina de gas regenerativa, carcasa de hierro con compresor de aluminio, impulsor de acero y turbinas de aleación de aluminio que entregaban una potencia de 130 HP.
El automóvil fue presentado en el Salón del Automóvil de Nueva York de 1963 y le fue prestado a 203 automovilistas para que recabaran sus experiencias de manejo. Muchas anécdotas surgieron de esta dinámica que implementó Chrysler y comenzó a acaparar los medios, sobre todo cuando se corrió el rumor de que funcionaba con cualquier cosa que pudiera fluir a través de una tubería y arder con aire, desde gasolina hasta perfume.
Cuando los autos fueron devueltos en 1966, los autos sumaron 1 millon de millas
Pero de entre todas estas historias una fue la que realmente impulso la publicidad del Chrysler Turbine. La historia cuenta que el primer coche de los 50 que se fabricaron, salió de gira a lo largo de todo el mundo y, según los relatos de George Huebner, cuando el auto llegó a México, él recibió una llamada que le dijo que el presidente de México, Adolfo López Mateos, quería hacer funcionar la turbina con tequila. Él pensó que podría funcionar y autorizó el experimento.
Él cuenta: “Fui al departamento de compras a la mañana siguiente y compré dos galones de tequila. Vaciamos el tanque del coche de ingeniería y vertimos los dos galones. El coche corrió por todo Highland Park sin problemas… más tarde se enojó mucho cuando los periodistas no mencionaron que él conducía. La turbina y el tequila se robaron el espectáculo.”
Al deshuesadero…
La idea de Chrysler se fue disolviendo por dos razones: lo costoso que era su producción y las leyes de emisiones impuestas por la Agencia de Protección Ambiental. Al final, la fabricación del Turbine era complicada y costosa, construir la carrocería en Italia y ensamblar el motor en Detroit traía gastos operativos enormes, y pensar en una planta armadora requería de una gran inversión. Además, no podían asegurar que el automóvil cumpliera con la recién aprobada Ley de Aire Limpio sobre el control de las emisiones de NOX.
La única forma de salvar algunos fue donarlos a museos, y según George Stecher, miembro del equipo original del desarrollo del Turbine, quedan 9 en el mundo, y Chrysler aún tiene 3. El resto de ellos fue destruido.